lunes, 4 de agosto de 2008

La práctica musical en los inicios del protestantismo en Chile

Por Marcos Maldonado Aguirre

Los inicios de la actividad musical

A lo largo del período histórico, entre los primeros años de independencia, hasta los comienzos del siglo XX, el cristianismo protestante llegaba a América Latina a través de tres vías principales: 1) las iglesias y denominaciones de las corrientes protestantes tradicionales (luteranos, anglicanos, presbiterianos), dedicadas a servir a las necesidades espirituales de colectividades extranjeras, en su mayoría integradas por europeos; 2) las misiones de las mismas iglesias históricas de origen europeo, pero dedicadas a formar iglesias, pastorados y comunidades religiosas entre la población latinoamericana; 3) las misiones e iglesias anglosajonas surgidas a raíz de avivamientos espirituales de los siglos XVIII-XIX, también orientadas a la evangelización de la población nacional (Bastian 1994) [1].

Esta última vía de evangelización dio origen al fenómeno de protestantismo misionero, en el cual se distinguen dos tipos: a) las misiones enviadas por las iglesias protestantes tradicionales (metodistas, presbiterianas, bautistas), vinculadas doctrinal y organizativamente con éstas; y b) las misiones de fe independientes, enviadas por las nuevas denominaciones británicas y estadounidenses organizadas en distintas agencias misioneras (Misión Centroamericana, Misión Latinoamericana, Unión Evangélica de América Latina, entre otras). Pese a que las primeras misiones independientes aparecen en el continente aun en los años 1890, su mayor proliferación e influencia se desarrollan en la segunda mitad del siglo XX [2].

La presencia de ciudadanos ingleses y estadounidenses en la región, y una cada vez mayor libertad religiosa favorecida por los triunfos de los sectores políticos de tendencia liberal anticlerical, motivaron a personalidades como el presbiteriano David Trumbull y el metodista William Taylor a acometer una empresa evangelística misionera en nuestro país, hacia fines del siglo XIX, al amparo de la dictada "ley Interpretativa Constitucional de 1865" que autorizaba a los no católicos a celebrar sus cultos en recintos privados y a fundar escuelas privadas [3], entregándose a la tarea, primeramente, de otorgar auxilio espiritual a los extranjeros protestantes afincado en estas tierras y extender la fe evangélica, más tarde, a la población nacional. La presencia de Trumbull en Valparaíso habría de significar a la postre un gran y decidido impulso para la consolidación y desarrollo del protestantismo en general y de la Iglesia presbiteriana en particular [4].

El proceso evangelizador en América Latina se cimentó sobre dos corrientes protestantes, la primera, el protestantismo que llegó con los inmigrantes europeos del siglo XIX, quienes conservaron el idioma materno en sus cultos y las formas litúrgicas y la segunda, quizás la más influyente, con los misioneros ingleses y norteamericanos provenientes de las iglesias surgidas en el avivamiento del siglo XIX. Así, el culto protestante chileno estuvo muy condicionado por el puritanismo, planteándose en términos muy rígidos en material moral, predicando un estilo de vida austero y haciendo gala de pietismo, esto es, poniendo más énfasis en la vivencia religiosa que en el conocimiento dogmático [5]. Junto con esto, la naciente iglesia evangélica chilena fue, además, depositaria de la tradición musical anglosajona, proveniente de Estados Unidos e Inglaterra, países en los cuales, hacia fines del siglo XIX, la tradición himnódica había alcanzado gran desarrollo. Esta tradición habría de mantenerse casi inalterablemente hasta bien entrada la década de los 60, época en la cual comienzan a vislumbrarse algunos cambios, tanto en la conformación del repertorio del canto congregacional, como asimismo la introducción de instrumentos, prohibidos en otras épocas, lo que ha traído consigo una discusión que ha dado origen a un centenar de escritos, libros y artículos, procurando dar con el correcto y legítimo concepto de la llamada "música cristiana".

Si bien puede constatarse la presencia protestante en los albores del proceso independentista [6], no fue sino hasta pasada la segunda mitad del siglo XIX que, con la llegada de los primeros misioneros protestantes a nuestro país, comenzara a desarrollarse la tarea propiamente evangelizadora. Con el establecimiento de la República y durante el transcurso del siglo XIX, el protestantismo habría de contribuir al conocimiento de una versión renovada de la modernidad [7] que, expresamente, se consideraba era la que convenía a los tiempos que corrían [8]. A partir de los primeros cultos realizados en lengua foránea y hasta las conformaciones de las primeras congregaciones evangélicas en las principales ciudades, sin lugar a dudas, la música debió jugar un papel no menor, tanto en la propagación de la fe reformada como de igual manera en la enseñanza religiosa y en la labor educacional por ellos realizada.

El reverendo metodista William Taylor, en tránsito por Chile en 1849, conoció en Valparaíso a David Trumbull, quien había llegado a Chile tres años antes en calidad de capellán de los marinos extranjeros de habla inglesa cuyos barcos recalaban en el puerto. A pesar de que todo culto no-católico estaba prohibido, Trumbull había establecido en la ciudad una congregación (Union Church)[9] en la que Taylor fue invitado a predicar [10]. Es posible pensar que esta detención y breve estadía de tres días en Valparaíso y su encuentro con Trumbull pudo haber despertado en Taylor interés en regresar a Chile años más tarde.

Habiendo regresado Taylor a los Estados Unidos, se dio a la tarea de reunir fondos y reclutar a los primeros misioneros con el firme propósito de estableces de establecer misiones evangélicas en la costa occidental de América del Sur. Formando parte del grupo de misioneros destinados a Chile, específicamente a Concepción se encontraba una joven profesora de música llamada Lelia Waterhouse [11]. También en ese mismo grupo se encontraba el Rev. Ira H. LaFetra, destinado a Valparaíso donde fue recibido por Trumbull en su hogar, y con quien colaboró en la "Union Church", aunque sin tener una relación oficial como pastor de esa iglesia, sino desarrollando un trabajo a tiempo completo como capellán con los marinos.

A poco tiempo de su llegada a Concepción, Lelia Waterhouse, comenzaba a impartir clases de música a un alumno. En esta ciudad, a pesar de las dificultades, los misioneros persistieron en su determinación de establecer una escuela, aunque fueron las clases particulares de música de la Srta. Waterhouse lo que les permitió sobrevivir el primer año [12]. En Copiapó la obra misionera había comenzado algunos años antes. Un predicador local de la Iglesia Metodista Wesleyana de Inglaterra había iniciado cultos a petición de la colonia británica residente. Junto con aumentar el número de la congregación, se inició allí una "escuela de canto". Con el tiempo, Copiapó se transformaría en el primer lugar en toda la costa del Pacífico de América del Sur donde hubo predicación regular metodista tanto en inglés como en español [13].

A pesar de los esfuerzos desplegados por los misioneros metodistas en favor de la evangelización y la educación, la Guerra del Pacífico había destruido la labor iniciada en todas las ciudades no chilenas. Y en otros lugares, exceptuando Santiago, los colegios que habían logrado establecer habían podido sobrevivir solo mediante la sacrificada labor de los esforzados misioneros que se mantuvieron en sus puestos a pesar de enormes dificultades, incluyendo serios problemas económicos, de salud, y el fallecimiento de varios de ellos. Sin embargo, hacia la última década del siglo XIX, los misioneros contaban con un mayor y decidido apoyo financiero lo que permitió la adquisición de excelentes propiedades y la construcción de buenos edificios en Iquique, Santiago, y Concepción, y la consolidación de la marcha de los colegios que se habían establecido en estas tierras. Este éxito aseguró entradas y junto con la liberación del pago de arriendos permitió a los colegios, especialmente a los de Santiago y Concepción, designar fondos para subvencionar la labor de personas que se dedicaron enteramente a la labor de evangelización en idioma español [14]. Se forman así las primeras congregaciones chilenas que consolidan su existencia, y surge la lglesia Metodista de Chile, reconocida oficialmente como tal por el Metodismo mundial [15].

En la primera década del siguiente siglo, en el seno la Iglesia Metodista se produciría un cisma importante que daría nacimiento a la actual Iglesia Metodista Pentecostal, la que se asentaría entre las clases proletarias en cuyo medio social adquiriría un ritmo de crecimiento notable [16] y transformándose en un punto crucial en el "avance del evangelio" en Chile. La naciente Iglesia Metodista Pentecostal, adoptaría en un principio la forma de canto al unísono o a capella y sin ningún tipo de acompañamiento instrumental. Si bien en lo musical, la nueva iglesia heredó el uso del armonio y el canto de himnos [17], pronto se producirían importantes cambios, como la introducción de la "danza en el espíritu" [18], en la práctica litúrgica y el uso de instrumentos de uso popular, en especial la guitarra, como también mandolinas, laúdes, violines, entre otros cordófonos, en lo musical, con lo cual surgirían las primera estudiantinas evangélicas [19], bajo el nombre de "coros instrumentales" práctica que se mantiene plenamente vigente hasta el día de hoy.

Sin lugar a dudas, la labor que desarrollaron Trumbull y Taylor, tanto en lo religioso como en lo secular, especialmente en relación a la educación, la música jugó un papel no menor considerando los esfuerzos realizados no tanto solo en lo que la importación de instrumentos y accesorios se refiere, sino a la contratación de personas con una cierta preparación y formación musical. Esto habría de cimentar las bases de la futura iglesia evangélica chilena, quedando de manifiesto que, no obstante las tensiones y discrepancias que puedan producirse en torno al uso y función de la música, a lo largo de su historia ésta siempre ha jugado un rol importante, no solo en cuanto expresión de alabanza y adoración a Dios, sino también como elemento primordial en la propagación y cimentación de la fe.

El corpus musical en los primeros cultos protestantes

Las prácticas musicales de los primeros protestantes afincados en el país se tradujeron en la continuidad de las tradiciones ligadas al pensamiento calvinista, en cuanto estimaban el canto congregacional como una expresión genuina de alabanza y adoración a Dios. De esta manera, los salmos métricos e himnos, de origen anglosajón habrían de conformar el repertorio cantado de los primeros cultos protestantes realizados en estas tierras [20] y más tarde, habría de perpetuarse en las nacientes congregaciones protestantes. Sin lugar a dudas, estos himnos habrían de cantarse no solo en el culto protestante privado [21], sino también en las escuelas [22] y en el entorno familiar [23]. En el caso de la "Union Church", el repertorio allí utilizado seguía la tradición calvinista, esto es salmos métricos e himnos. Para tales efectos, Trumbull habría provisto himnarios para la congregación [24]. El himnario, Psalms and Hymns for Christian Use and Worship, el más antiguo hallado en esta congregación, corresponde a una edición de 720 páginas del año 1945, impresa en Connectitut, New England, Estados Unidos [25]. Se trata de un himnario de letras, es decir, no contiene partituras. Una revisión del índice de primera líneas contenida en este himnario permite verificar la existencia de varios himnos que aún se cantan, en lenga vernácula, en muchas de las congregaciones evangélicas actuales, aunque no es posible afirmar si con la misma melodía con que se cantaban en aquella época [26], aunque es lo más probable que así haya sido. Este himnario contiene algunas indicaciones para los pastores y para quienes dirigen el culto y el canto congregacional, las cuales parecen representar el pensamiento de la época respecto del rol de la música en los servicios de adoración [27]. El canto congregacional, bajo la dirección de laicos, se realizaba con apoyo de armonio [28] instrumento que, considerado apropiado y el que más se ajustaba a la solemnidad y espíritu que debía caracterizar al culto, se mantuvo en uso hasta la primera mitad del siglo XX siendo reemplazado por el piano. El musicólogo Cristian Guerra nos entrega, además, una relación de otros himnarios que fueron encontrados en la Union Church [29] cuyas publicaciones corresponden a la época. Si bien, pudieron haber llegado en fechas más tardías a su publicación, esto podría evidenciar un especial interés y preocupación por el canto colectivo y la renovación del repertorio. En el caso de la "Union Church", situación que pudo repetirse en otras congregaciones, se disponía de himnarios diferentes, para los servicios de adoración y los servicios especiales [30], lo que revela, una vez más, la importancia y el cuidado que se observaba por la música usada en la liturgia como vehículo de adoración a Dios.

En una primera etapa, los primeros cristianos evangélicos en Chile se valieron de himnarios, ya sea, traídos desde afuera o publicados en nuestro país, para su uso en los servicios religiosos y que reunían en sí toda la tradición musical reformada del siglo XV y posteriores, esto es, el coral luterano, el salmo métrico, el himno inglés, negros spirituals y el himno gospel. Antes que el primer sermón evangélico en castellano fuese predicado en Chile en 1868, vio la luz el himnario La Doctrina del Evangelio Enseñada en Cánticos e Himnos Sagrados publicado en Valparaíso en 1961 por David Trumbull [31]. Se trataba de una reimpresión de una obra del pastor protestante español Pablo Sánchez Ruiz [32]. Posteriormente Trumbull y el misionero Alexander Merwin, llegado a Chile en 1866, publicaron otro himnario [33]. Después en 1875, Merwin y Samuel J. Christen, un suizo que posteriormente estableciera escuelas para los presbiterianos, publicaron Himnos para Uso de las Iglesias Evangélicas de Chile, con 59 cánticos sin indicarse autor ni editor. Más tarde, en 1882, Merwin imprimió Cánticos Sagrados de la Iglesia Evangélica Chilena el cual contenía 183 himnos [34].

Lo anterior nos permite afirmar que el canto se consolidó como una importante para estos primeros cristianos criollos, puesto que a través de él, se lograba cimentar los principios doctrinarios de la fe evangélica y más aún, si se considera la preparación elemental que poseían los pastores y laicos de la época cuyos mensajes se basaban principalmente en el testimonio personal y la exhortación [35]. Para acompañar estos himnos se utilizaba el armonio y en ausencia de este, probablemente la guitarra, aunque quizás el canto a capella haya primado en muchas congregaciones, especialmente rurales.

Esta "proliferación" de cancioneros e himnarios que comenzaron a aparecer, en forma cada vez más abundante, especialmente ya en siglo XX, no viene sino a confirmar la importancia que para los misioneros protestantes tendría la práctica del canto congregacional como una parte importante del servicio religioso. Sin embargo, debemos hacer notar que para ello se valió de un repertorio que tendría su génesis en los Estados Unidos, y muy especialmente con la aparición del gospel song (canción evangelística), forma musical que alcanzó gran popularidad y habría de conformar gran parte del repertorio evangélico en las siguientes décadas. El aporte criollo a la himnodia protestante será escaso, situación que se mantendrá en siguiente siglo [36]. Ya en el siglo XX, tempranos antecedentes dan cuenta de diversas publicaciones que surgieron entre los años 1908 y 1943, entre los que destaca el El Himnario para uso de las iglesias evangélicas de habla española en todo el mundo (comúnmente conocido como El himnario y que fuera publicado por la Sociedad Americana de Tratados en 1931 [37].

En el ámbito de la enseñanza religiosa, la Escuela Dominical enfocada principalmente a la formación de niños y jóvenes, jugó también un papel decisivo en el desarrollo de la música, favoreciendo la incorporación de un repertorio con rasgos estilísticos propios de la música popular y que habría de constituir una de las fuentes principales para el posterior desarrollo de los himnos gospel o también llamadas canciones evangelísticas. Surgidos en la década de 1880 y en el contexto de las campañas evangelísticas, este tipo de himnos poseían un texto y una música de una naturaleza más liviana que los antiguos himnos clásicos y que a diferencias de éstos, usaban un estribillo después de cada estrofa, que los himnos anteriores no tenían [38]. Los himnos gospel habrían de ser incluidos en los nuevos himnarios facilitando y allanando su incorporación en el culto protestante y se convertirían en el núcleo de la tradición musical evangélica chilena. Igualmente habría de ocurrir, décadas más tarde, con el uso de estribillos, utilizados también en la escuela dominical y eventos evangelísticos y que derivarían en los populares "coritos" del siglo XX, favoreciendo, además, la inclusión de instrumentos, cuyo uso en el templo era impensable en esta época.

Del armonio a los coros instrumentales

También en esta primera etapa de expansión de la obra evangélica y en el marco de la actividad musical en las predicaciones al aire libre surgieron las estudiantinas u orquestas de cuerda, conjuntos de cordófonos (guitarras, mandolinas, violines) que, al parecer, fueron comunes a varias iglesias evangélicas en la década de 1920 [39]. Aunque la existencia de este tipo de agrupaciones tendió a desaparecer, las congregaciones pentecostales se han encargado de mantener y perpetuar esta tradición, imprimiéndole un sello distintivamente particular, tanto en su conformación como también en la performance del repertorio que interpretan.

En lo que respecta a la guitarra, en el acompañamiento instrumental del canto congregacional, éste tuvo un cariz distinto, muchas denominaciones condenaron su uso en el culto por el carácter manifiestamente profano con que se le conceptuó por décadas, rechazo que puede explicarse por la existencia de un discurso fundamentalista que promovió una radical "separación del mundo", y de todo aquello que fuera contrario a los principios rectores que normaron la vida de los primeros creyentes. Sin embargo, hacia la década de los 60, ésta oposición fue paulatinamente perdiendo terreno, y sólo recién en la década de los 70 comenzó a aceptarse masivamente su uso en las congregaciones. Antecedentes de la época y testimonios personales parecen descartar la existencia de prohibiciones en contra del uso de otros instrumentos, por ejemplo, como el acordeón o el violín.

En el caso del movimiento Pentecostal, sin bien hubo algunos intentos por incorporar instrumentos musicales, ya se ha señalado que la práctica del canto se desarrollaba sin acompañamiento de instrumento musical alguno, aunque en ocasiones se hacía uso, excepcionalmente de un modesto armonio, práctica heredada del metodismo episcopal [40]. Solo las iglesias de Valparaíso, Santiago, Concepción y Punta Arenas contaron con un armonio en forma permanente. [41] En cuanto a la guitarra, ésta se usaba solo en ocasiones especiales y de manera individual, práctica que no prosperó. El masivo uso de los instrumentos musicales vino a imponerse, más tarde, hacia la década los años treinta, dando origen a la creación del "coro instrumental", conformación musical que hasta nuestros días caracteriza a las iglesias pentecostales. El uso de las guitarras fue primeramente para acompañar la predicación en la vía pública. Genaro Ríos, el mayor de tres hermanos, ex artistas circenses convertidos al evangelio y que fueran miembros de la Primera Iglesia Metodista Pentecostal, concibió la idea de organizar un coro instrumental para tocar en el interior del templo y durante el desarrollo del culto, lo cual agradó al obispo Umaña.

Los Hermanos Ríos, entusiasmados por sus excursiones exitosas, propusieron al Pastor Umaña uniformar al coro y darle el nombre: "El León de la Tribu de Judá", propuesta que el pastor no aceptó y cuya actitud firme y determinante llevó a los hermanos Ríos a abandonar la congregación y organizar una Iglesia de raíz pentecostal pero con un estilo de gobierno y disciplina militar dando origen en 1933 al Ejército Evangélico de Chile. Comenzó así, el uso de los instrumentos musicales en los cultos pentecostales lo que rápidamente se impuso en todo el movimiento. La organización de coros instrumentales fue un factor que facilitó la legitimidad del movimiento en los sectores populares y marginales de la sociedad chilena [42].

La danza en el contexto litúrgico

Tradicionalmente, el protestantismo histórico [43], instalado ya en nuestro país a comienzos del siglo pasado, concibió una visión anacorética del cuerpo, el cual debía recibir un trato duro, abstenerse de todo aquello que, como la risa y lo festivo pertenecientes a la esfera secular y profana, e implicando placer corporal, indujese al pecado. La expresión somática religiosa siempre fue vista como la dimensión impúdica de la oralidad, maligna, no celestial. En bien de la decencia del cuerpo, y dado que la relación con Dios era espiritual y mental, debía atenuarse y controlar toda expresividad corporal [44]. Toda participación expresiva de los fieles se manifestaba en el canto colectivo a una voz haciéndose uso de un libro de cantos que llegó a ser conocido como himnario. Cualquier otra manifestación de carácter eufórica, como palmas, exclamaciones a viva voz o gritos, o expresión corporal no era concebible durante el desarrollo del culto [45]. El orden y la decencia debían guardarse en todo momento [46]. Esta actitud y comportamiento congregacional habría de caracterizar a las congregaciones más conservadoras del espectro evangélico criollo hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. El paulatino reemplazo del canto de himnos por nuevas formas musicales y la introducción de instrumentos más rítmicos, habría de favorecer una mayor expresividad, especialmente en los períodos de canto.

Contrariamente, en el contexto del movimiento pentecostal surgido en Chile hacia 1909 y restringido, durante la primera mitad del siglo XX, a sectores sociales oprimidos y marginados, ignorados por las elites sociales y las vanguardias ideológicas liberales y protestantes [47], la expresión corporal se hizo abiertamente manifiesta en la "danza en el espíritu", una expresión cúltica, espontánea, individual o colectiva de adoración a Dios en estado de éxtasis y, que a su vez, era una señal para quienes la experimentaban de haber recibido el Espíritu Santo. Si bien no existe información precisa acerca su aparición, se cree esta podría haber surgido con posterioridad a 1909 como producto del nuevo avivamiento que se gestó en forma casi simultánea en las Iglesias de Valparaíso, Santiago, Concepción y Temuco, y que luego se extendería a todo el país. Como expresión corporal distintiva, estaba acompañada por gritos, llantos y sollozos, hecho que acontecía generalmente durante el periodo de los cánticos congregacionales. Así, uno de los momentos más esperados y culminantes del culto pentecostal era cuando uno o varios fieles sorpresivamente irrumpían en danzas. Sin embargo, la aparición de la danza, sumada a la glosolalia, las profecías, la imposición de manos, gritos o exclamaciones descontroladas, vino a completar un cuadro cúltico exacerbado que por lo general para el observador externo a primera vista era incomprensible o irracional [48]. Esto habría dado origen al dicho popular y peyorativo de "zamba canuta" en alusión a los actos que sobrepasaban los límites en el culto pentecostal.

Esta práctica cúltica del pentecostalismo chileno, habría de desatar diversas críticas lo que llevó a los líderes del movimiento a imponer ciertos límites y al transformarse en una práctica casi rutinaria, el pastor o quien dirigía el culto, a fin de evitar que se produjesen ciertos excesos, y advirtiéndose que la mayoría de las personas tomadas por el Espíritu, no perdían el control total de sus actos, ponían termino a las danzas por el sólo toque de una campanilla. En consecuencia, este instrumento pasó a estar siempre presente en los cultos religiosos y al lado de la Biblia como un símbolo de orden y disciplina [49]. De esta manera se evitaban los excesos y desbordes, permitiendo que los cultos se desarrollaran en orden.

En respuesta a las críticas que provocaron este tipo de prácticas, el pastor Hoover, líder del movimiento que siempre buscó justificar la danza, escribió:

"La manera de la manifestación no la busca, ni la dicta la persona que la recibe, ni menos el que dirija la reunión. Algunas reuniones pasan sin ninguna manifestación; algunas personas no la experimentan nunca o rarísimas veces. Algunas veces hay risa, hay lloro, hay grito, hay danza. Pero estas cosas, vienen algo como ese viento recio en el día de pentecostés; conmueven a muchos por algunos minutos hasta una hora y pasa, y la reunión sigue su curso." [50]

De esta manera, en la liturgia pentecostal, el cuerpo humano y sus posibilidades comunicativas y expresivas han jugado papel central siendo santificado por la presencia del Espíritu Santo y transformado en su morada y en instrumento de alabanza y canal de bendición. El Espíritu es entendido como don, sin embargo, debe ser buscado, pedido, comunicado, expresado. Todos estos actos son expresados en la liturgia por medio de movimientos corporales que exigen espacios adecuados y suficientes. La centralidad del cuerpo humano manifestada en la liturgia mediante movimientos corporales se transforma en un rasgo distintivo de la espiritualidad pentecostal.


Notas

[1] Fediakova 2007: 11

[2] Fediakova 2007: 11-12

[3] En 1865 se dictó una ley interpretativa de la Constitución de 1833 que disponía: "El Artículo Quinto de la Constitución permite, a los que no profesan la religión Católica, Apostólica Romana, el culto que practiquen, dentro del recinto de edificios de propiedad particular. Es permitido a los disidentes fundar y sostener escuelas privadas para la enseñanza de sus propios hijos en las doctrinas de sus religiones". (Citado por el diputado Alejandro Navarro Brain en su intervención en la sesión No. 51 desarrollada el miércoles 12 de octubre de 2005 en homenaje a las iglesias evangélicas de Chile)

[4] Millar 2000

[5] Millar 2000.

[6] Ya en el gobierno de don José Miguel Carrera, encontramos la presencia del presbiteriano Joel Roberts Poinsett (1779-1851), quien fuera el primer cónsul norteamericano en Chile y el que calidad de "agente especial" en los países de América del Sur, fue enviado por el presidente James Madison, en 1809, para investigar las posibilidades de los revolucionarios en su lucha por la independencia de España. En el año 1821, durante el gobierno de O’Higgins llegó a nuestra capital el pastor bautista inglés Diego Thomson, quién introdujo un sistema de alfabetización según el método Lancasteriano, el cual consistía en preparar monitores para que enseñaran a otros y los que iban aprendiendo a leer y escribir seguían la cadena de enseñar a otros interesados y cuyo texto de estudio era el Nuevo Testamento.

[7] "Existe un relativo consenso entre los estudiosos del tema respecto a la estrecha relación entre protestantismo y modernidad, si entendemos ‘modernidad’ en términos del modelo anglosajón e ilustrado que propugna la emancipación de la razón, la autonomía de las esferas socioculturales (política, economía, arte, religión) y la creencia en el progreso ilimitado de la sociedad humana, favorecido por esta circunstancia. [...] Y, por otra parte, historiadores protestantes como Justo González reafirman esta relación protestantismo-modernidad como elemento fundamental de la cosmovisión transmitida por los misioneros extranjeros que difundieron el protestantismo en Latinoamérica". Guerra 2006: 49

[8] Chacón 2002: 69

[9] Trumbull fue el fundador de una iglesia para los fieles de los diversos credos protestantes, salvo el anglicano, que se denominó "Union Church". El primer servicio de esta nueva institución se realizó en septiembre de1847, en la imprenta de El Mercurio. Poco después sus miembros arrendaron una bodega para las reuniones, en la que permanecieron hasta 1854, en que adquirieron un sitio cerca de la plaza Victoria para levantar su propio templo. (Millar 2000)

[10] Valenzuela 2000: 18

[11] El primer grupo de misioneros, asignados a Tacna, desembarcó el 24 de julio de 1878 en el entonces puerto peruano de Arica. De Nueva York, Taylor les había despachado bancas, escritorios escolares y un piano. Valenzuela 2000: 37

[12] Valenzuela 2000: 51

[13] Valenzuela 2000: 45

[14] Refiriéndose a las vías de ingreso de los primeros protestantes en Chile, Salinas señala que una de ellas fue "la llegada de misioneros con el propósito de evangelizar a los nacionales, usando con frecuencia la educación como un medio para ello". (Salinas 1987: 250)

[15] Valenzuela 2000: 61

[16] Salinas 1987: 253-256

[17] El canto se practicaba sin acompañamiento de instrumentos musicales, aunque con algunas excepciones se utilizaba un modesto armonio heredado del metodismo episcopal (Orellana 2006:57).

[18] Valenzuela 2000: 116-121

[19] Valenzuela 2000: 121-125

[20] El 10 de diciembre de 1837, el pastor John Rowlandson dejó constancia escrita de haber realizado un primer culto, según el rito anglicano. Guerra señala, en relación a este suceso, que en este culto debió haber habido una modesta presencia de música, en términos de canto a capella en la modalidad de cantilación o chant de salmos u otras piezas litúrgicas instituidas en el Book of Common Prayer. (Guerra 2006: 54)

[21] Guerra 2006:51

[22] La comunidad anglosajona de Valparaíso vieron la conveniencia de establecer un colegio para niños de habla inglesa y de escasos recursos. Es así como en octubre de 1857 comenzó a funcionar el "Artisan English School" que hacia fines de la década de 1860 contaba con más de 200 alumnos en su mayoría varones. La enseñanza se roeintaba a la formación moral y profesional de los estudiantes, que los habilitara de manera especial para las labores comerciales. No se impartía instrucción religiosa, debido a que los alumnos pertenecían a diferentes iglesias, pero al entrar a clases se rezaba el Padre Nuestro y se destinaba diariamente media hora a la lectura de la Biblia y a cantar himnos religiosos. (Millar 2000).

[23] Si bien el protestantismo calvinista y radical restringía la música en el culto al canto salmos o paráfrasis de la Biblia, si favorecía el desarrollo de la música en el ámbito de las reuniones familiares, festividades cívicas y seculares o asociaciones diversas, lo que explicaría la posición de los misioneros protestantes sobre este tema. (Guerra 2006: 50-51)

[24] Guerra 2006: 61

[25] "Se trata de un himnario de letra, es decir, no contiene partituras con excepción de una selección de cantilaciones que abarca dos páginas de un total de 720. Este volumen abarca 150 salmos métricos, 706 himnos métricos, 13 doxologías y 52 selecciones para cantilación, agrupados en secciones especiales y que representan precisamente a la tradición musical calvinista y puritana. Los autores representan en su mayoría a los siglos XVIII y primera mitad del siglo XIX y las indicaciones métricas en el encabezamiento de cada himno señalan la costumbre ya señalada de cantar cada texto con cualquier melodía que se ajustara al metro correspondiente, es decir, no existe una relación exclusiva entre un texto y una melodía" (Guerra 2006: 61)

[26] Algunos de los himnos contenidos en este himnario son: "All hail, the power of Jesus’ name" (Loores dad a Cristo el Rey), "O for a thousand tongues to sing" (Oh, quien tuvieras lenugas mil) y "Rock of Ages" (Roca de la eternidad), por citar algunos.

[27] Entre las indicaciones dadas a quienes dirigen el canto puede leerse: "El cantar en una asamblea religiosa no es de naturaleza de una exhibición musical, sino una seria e importante parte de la adoración a Dios. Las palabras cantadas no son para la melodía, sino la melodía para las palabras. La melodía, por lo tanto, debería ser seleccionada, no por su novedad, ni para demostrar cuán bien se puede ejecutar los pasajes difíciles, ni aún para su belleza intrínseca considerada simplemente como una obra musical; sino simplemente porque en aquella melodía, las palabras pueden ser apta y expresivamente pronunciadas" [La traducción es mía].

[28] Las iglesias protestantes en Chile tendrían órganos de tubos recién a partir de la década de 1880; hasta entonces recurrieron al armonio. (Guerra 2006: 55)

[29] "A Selection of Spiritual Songs with music for use in social meetings". Nueva York: The Century, 1881; "Scottish Hymnal". Londres: Nelsons, 1892; "The Free Church Hymn Book with Tunes (General Assembly of the Free Church of Scotland)" J. y R. Parlane impresores, 1882; "The Psalms of David in Metre". Londres: Oxford University Press.

[30] Guerra 2006: 64

[31] McConell 1963: 129-130; Guerra 2006:65

[32] En su estudio sobre la Historia de la Iglesia Evangélica en Málaga Gabino Fernández señala que el pastor de la primera iglesia evangélica malagueña que pudo reunirse públicamente fue Pablo Sánchez Ruiz, antiguo capellán castrense carlista. Este hombre ya había evangelizado entre los españoles en el norte de Africa y Gibraltar y nada más reconocerse la libertad de cultos se instaló por dos años en Málaga y luego se marchó a Huelva. (Albuera Guirnaldos 2001: 111-112.

[33] McConell 1963: 130

[34] McConell 1963: 130

[35] McConell 1993: 84

[36] Uno de los himnos que aun se suele escuchar en los cultos evangélicos es "Dad a Dios inmortal alabanza" cuya autoría pertenece a José Joaquín de Mora, abogado, maestro, poeta, escritor y estadista, quien llegó al país en 1828 invitado por el gobierno chileno.

[37] McConell afirma que en el siglo XX los evangélicos chilenos siguieron dependiendo de himnarios extranjeros, menos los pentecostales quien han preparado sus propios cancioneros sin música. (McConell 1963: 143)

[38] McConell 1963: 95-96

[39] Guerra 2002.

[40] Orellana 2006: 57

[41] Orellana 2006: 121

[42] Orellana 2001: 121-125

[43] Se ha llamado asi al primer grupo de iglesias evangélicas llegadas a Chile y América Latina en general procedentes de Europa y/o los Estados Unidos, y que de alguna manera, más o menos directa, hunden sus raices en los prirneros movimientos derivados de la "Reforma Protestante". (Salinas 1987:249)

[44] Mansilla 2006

[45] El cristianismo -sus efectos conformadores de la subjetivación han tenido una enorme vigencia en nuestra cultura occidental hasta tiempos muy recientes- representa, de esta forma, una auténtica revolución cultural centrada negativamente en el cuerpo. Haciendo de la encarnación una humillación de Dios, manifestando un radical horror del cuerpo como prisión del alma, la tradición cristiana entrañará una derrota doctrinaria de lo corporal en toda regla. (Vidal 2004)

[46] El concepto puritano de que el cuerpo es intrínsicamente pecaminoso, por lo que lsus movimientos en la adoración deben ser minimizados, no coincide con la teología bíblica, ni de los judíos ni de los cristianos primitivos. Es más bien un vestigio de una filosofía-teológica-neoplatónica que apareció en loo siglos III al VI. La exhortación específica del apóstol Pablo a los creyentes en el sentido de que presentaran sus cuerpos como "un sacrificio vivo" pareciera inferir que si Dios posee el cuerpo del cristiano, éste debe dedicarlo totalmente. (Hustad 1998: 138)

[47] Bastian 2006: 45

[48] Orellana 2006: 117

[49] Orellana 2006: 119

[50] Hoover, W. C. "¿Quiénes son estos Pentecostales?". Fuego de Pentecostés (Valparaíso), Nº 7, julio de 1928, p. 3. (Citado por Orellana 2006:118-119)


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